Tras un largo verano que se empeña en seguir abrasándonos a estas alturas de septiembre, estamos inmersos en un periodo de adaptación, preludio de un nuevo curso escolar con aires de normalidad. Durante el periodo de adaptación en la escuela en los cursos de Educación Infantil, las que somos madres que trabajamos en casa, también hacemos nuestro propio periodo de adaptación.
Una casa vacía
Tratamos de adaptarnos nosotras también a una casa sin ruido. Y es que durante las vacaciones escolares (2 meses y medio) hemos permanecido junto a nuestros retoños todas las horas de todos los días con sus respectivas noches. Para bien o para mal, tras dos meses y medio, todas las horas de todos sus día siendo 3, implica ahora, cuanto menos, sentirse un poco sorda en una casa por fin vacía.
Nuestro propio periodo de adaptación
Ahora es tiempo de silencio. Silencio necesario para poder oír tu propio cerebro que torpemente propone estrategias a seguir para alcanzar objetivos cercanos y facilones. Nuestro cerebro está en pleno periodo de adaptación igual que nuestros hijos en el colegio. Y es que el cerebro también se fue de vacaciones durante dos meses y medio y ahora lleva su tiempo encontrar las rutas de la rutina del curso.
Ahora en silencio, el cerebro encaja ideas aparcadas durante los días llenos de niños. Son tiempos de mantener a raya los sentimientos negativos que emergen de la elección de ser una mujer que trabaja en su casa, se dedica a criar niños. De la elección de mantener una situación económica desfavorable que más pronto que tarde tiene que cambiar.
En pocos días nos habremos adaptado a nuestras rutinas diarias consecuencia directa de las rutinas de nuestros hijos.
Y…cada poco…un nuevo periodo de adaptación
Para bien o para mal los días de silencio, las rutinas diarias, sí o sí, se interrumpen cada poco tiempo por niños enfermos que tienen que quedarse en casa varios días seguidos. Cuando eso pasa (¡oh, qué cosa!) los niños no se cuidan solos.
El cerebro de su madre (la trabaja en casa) recalcula ruta para sacar adelante las continuas excepciones que se dan en la rutina de dos niños de 3 y 5 años. No se puede evitar pensar en cómo habríamos hecho para atender a los niños enfermos si los dos, padre y madre, trabajásemos fuera de casa.
Los días pasan, los niños sanan y para sus madres que trabajan en casa, vuelta al periodo de adaptación.
El propósito para un nuevo año
El año empieza en septiembre tras un largo periodo de vacaciones escolares. Hemos recargado la pila durante el verano. En familia durante los días en que los 4 estuvimos de vacaciones. Los 3 durante el resto del tiempo. Por primera vez desde que somos 4, ahora que mis crías tiene 3 y 5 años y los bebés quedaron atrás, he podido por fin disfrutar del tiempo libre en familia.
Mi propósito para el nuevo año (al que nos estamos todos adaptando) será no perder de vista las experiencias vividas y las emociones sentidas durante este verano. Mi propósito para este año es seguir proponiendo a nuestros hijos experiencias que, aunque con medios sencillos, podamos disfrutar todos. Experiencias que a sus 3 y 5 años quizá puedan ya recordar en el futuro.
Quien sabe las trabas que encontraremos en el camino en adelante. Aprovechemos la vida ahora que estamos activos y ofrezcamos el mundo a nuestros hijos.